Aceptación: liberación, no rendición.
Aceptar una situación no es sinónimo de rendirse, sino de avance. ¿Reflexionamos juntos sobre ello?
Cuando nos damos cuenta de que algo importante para nosotros, algo que sentimos como vital se escapa de nuestro control quizá sintamos nerviosismo, quizá tristeza, quizá angustia…
Cualquier emoción que pueda despertar en ti estará bien, incluso si es de aquellas que tendemos a considerar negativas, si tan sólo le permites existir, presentarse y marchar a otro lugar donde sea necesaria.
El problema incurre cuando nos da por rebozarnos, envolvernos en esa emoción no positiva, no dejando que el resto de nuestras emociones salgan a su debido tiempo y respiren con naturalidad, dentro y fuera de nosotros. Que nos lleven de paseo hacia situaciones de mayor bienestar, con sonrisas contagiosas, lágrimas renovadoras y abrazos reconstituyentes.
¿Cómo evitar caer en la negatividad?
Este es un mundo que yo gusto de llamar de tierno caos. Lo inesperado, lo inverosímil, lo increíble, nos espera a la vuelta de cualquier esquina, al levantar de las comisuras de nuestros labios, al convertir al desconocido en nuevo amigo. Si bien es cierto que este caos puede portar también otros aspectos no tan interesantes o agradables… este caos es, mayormente, agradable. Esto me lleva a dos puntos:
1)Jugar a encontrar la parte positiva de cualquier situación, la parte divertida de la tragicomedia que es la vida puede conseguir que la desesperación o la angustia no se sientan a gusto a nuesto lado y se destierren por sí mismas de nuestro mundo.
2)Buscar perfección propia o de nuestras vivencias, de los demás… no concuerda demasiado con ese caos que parece regir en todo… si bien es cierto que no está de más tratar de conseguir que las cosas estén a nuestro gusto, no deberíamos olvidarnos de sonreír ante imprevistos que no tendríamos porqué ver como impedimentos, pudiéndo ponderarlos como instructivos y estimulantes retos.
Entender que la posibilidad de que nuestros sueños se hagan realidad de forma distinta a la soñada inicialmente, o puede que, incluso, ni se conviertan en realidad, es algo que podemos considerar pero no como pensamiento generador de angustia, sino como puerta abierta a nuevas y positivas opciones y siempre tras haber cotejado, de forma relajada y sanamente ponderada, las probabilidades racionales de aquello que nos muestran nuestros pensamientos pueda terminar convirtiéndose en realidad.
Aceptar que el objeto de nuestos sueños puede terminar no engalanando nuestra vida podría entenderse como actitud pesimista, sin embargo, yo lo entiendo como ejercicio liberador: si ya no lo pasamos mal, angustiados ante un deseo exacerbado, ante un sueño que se nos antoje imposible, que pueda devenir en obsesión no sana, podemos usar toda la energía que obtengamos de ello en seguir soñando, pero esta vez como ejercicio casi infantil, tierno y libre.
Libre del miedo al fracaso, libre de efectos secundarios, libre de las leyes de la lógica y la racionalidad. Y en esa libertad, pienso, quizá descubramos, puede que incluso creemos, esa pieza de puzzle que logre convertir nuestro sueño imposible o improbable en motivo de sorpresa y alegría.
¡Sin Spam!
Cada vez que un blogger hace spam
el vínculo con sus seguidores tiembla.
Puedes indicarme qué tipo de información no quieres que te envíe.