Cambiar no es perder, es evolucionar
Pretender no cambiar no es realista ni sano. Aprender a entender y valorar nuestra evolución es clave en una experiencia vital acogedora. ¿Paseáis conmigo y con Luis Cernuda, para hablar sobre cambios y evolución?
Yo fui
Yo fui.
Columna ardiente, luna de primavera,
Mar dorado, ojos grandes.
Busqué lo que pensaba;
Pensé, como al amanecer en sueño lánguido,
Lo que pinta el deseo en días adolescentes.
Canté, subí,
Fui luz un día,
Arrastrado en la llama.
Como un golpe de viento
Que deshace la sombra,
Caí en lo negro,
En el mundo insaciable.
He sido.
Los versos de inicio y final del poema, tan escuetos, me dejaron en mi adolescencia en un estado de liberalidad: cuánto expresaban en ese momento para mí dos simples palabras puestas una tras otra, sin la necesidad de añadir más. Esos versos parecían enlazar, con un fino y dorado cordoncillo, las cuatro letras de mi nombre. Creando un efecto rústico y elegante a la vez.
Es posible que tirara de papel y boli o lápiz; quizá de alguna de mis máquinas de escribir, manual o eléctrica. Y me entregara a la escritura de algún texto de estos que te queman en la punta de los dedos. Porque cuando tienes esa sensación leyendo, viendo una película u observando los pequeños detalles de la vida, urge exprimirla de ese pedacito de tu alma en la que se ha prendido, de tu corazón inspirado, y darle forma a base de letras, palabras, frases, imágenes… Algo en tu interior te arroja a jugar con tu ingenio y tratar de darle la forma más parecida a cuanto se ha creado en tu interior.
Cernuda hablaba de forma sencilla, bella y efectiva de aquello que ya no volvería a ser, de aquello que había sido, dándonos a entender que eso de dejar de ser podría entenderse en nuestras vidas como cíclico. Dejaremos de ser muchas cosas en nuestra evolución, siendo, en el fondo, un mismo alma.
¿Y qué hay de los yo soy? ¿Quién soy, cómo soy? Son preguntas que, en su sencillez, son muy complicadas de responder y no sólo por el hecho de buscar una forma de expresarnos que huya del autobombo, de la prepotencia, quizá del error de no saber ponderarse con justicia. Si no también, como comentaba, por esa evolución que es la vida misma. Los sentimientos no son estáticos. Tampoco lo es la impresión que tenemos acerca de nuestra forma de ser… ¿qué hay verdaderamente estático en realidad?
Dan ganas de jugar más con la temporalidad, a la hora de describirse. Cambiar «yo soy» por «estoy siendo». Especialmente si lo que describimos no nos hace sentir bien. Quizá ello nos ayude a a levantar el pie con el que dar el primer paso para alejarnos de esa dolorosa etiqueta que añadimos, consciente o inconscientemente, junto a ese yo soy.
Es más, abogo por dejar de etiquetarnos tanto, dejar de buscar palabras idóneas para hablar de nosotros mismos, cuando éstas pueden resultar carentes del significado total que nos gustaría que tuviesen. Más ajustado y amplio a la vez. Más concreto. Más fotográfico.
Sí: yo abogo por dejar de hablar de nosotros y atrevernos a mostrarnos sin más. Dejar de decir soy profesional, y simplemente serlo. Dejar de decir soy atento, y simplemente serlo. Dejar de decir, qué sé yo, soy feliz, y simplemente serlo. Tal cual.
Si tuviese que escribir un poema, ahora mismo, emulando al gran Cernuda, aunque con una capacidad poética nada comparable, creo que este terminaría por ser sencillamente así:
¿Te apuntas a conocerte y disfrutarte, por encima de «contarte»? ¿Cuál ha sido tu descubrimiento más impactante sobre ti?
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