Palabras hacia tu cielo
Estas palabras van dirigidas al cielo en el que estará sonriendo mi madre. Están llenas de emotividad y amor. ¿Te apetece leerlas?
Desde que partiste del mundo de los abrazos y los besos, el mes de mayo no era más que un mes que deseaba que pasara corriendo, como los cumpleaños, las Navidades… y los momentos de alegría.
Esos momentos en los que las risas y aquello que podríamos llamar suerte me acariciaban no eran plenos porque no eran acompañados por tus sonrisas, tus comentarios divertidos y ese coraje que regalabas a cada paso, ese tipo de magia innata que brollaba de ti como si no fueses capaz de no crearla, de no liberarla, de no filtrarla a tu alrededor.
Ocurrió algo muy extraño cuando falleciste: me negué a dejarte partir. Quise rescatarte en cada pequeño recuerdo que mi mente me permitiera rememorar. Quise ser capaz de comunicarme contigo tan sólo por si cabía la posibilidad de que te llegaran mis emociones, mis palabras, mis sueños… Y fui descubriendo, a cada poco, lo cerca que en verdad estabas, en ese cielo tuyo en el que las caricias son miradas y las miradas son la moneda de cambio.
Sigue emocionándome, me emociona como nunca, aquella lucha que llevaste a cabo para arrancarte de tu primera muerte y volver a la vida. A la VIDA, una vida en la que nadie nos criase salvo tú. Recordarte tomando fuerza al volver a andar, tomando el sol o simplemente estando ahí, en esa tierna época en la que me sentía especial por ello, aún sin terminar de entender el porqué. Ahora entiendo que me sentía especial porque no podía sino notar cuánto significaba para ti, en verdad, ser nuestra madre.
Ser nuestra madre era algo que iba más allá de los sueños y la magia, de la posibilidad, de la casualidad… ser nuestra madre era adaptar tus herramientas a nosotros, descubrirnos a cada nuevo paso y atreverte a confiar. Hacernos sentir que te atrevías a confiar.
En cada paso desde mi infancia en el que tuve esa brillante fortuna de poder ser niña a vuestro lado, poder soñar con cualquier cosa, poder jugar con cualquier cosa, poder aprender a cada segundo… en un sinfín de sabiduría práctica, emocional, casi extraterrenal…
Yo no sería yo sin ese aprendizaje que degusté minuto a minuto en vuestra compañía. Tal vez no amaría aquellas cosas que parece ser que no pueden sino formar parte de mí, habiéndose filtrado no en mi consciente, no en mi subconsicente, sino en el propio alma.
No hace mucho me incomodaban los piropos. Ahora respondo a ellos con una sonrisa que va más allá de los labios e inunda todo mi ser. Por dentro. Por fuera. Lo envuelve. Y es que esos piropos que me regalan van dirigidos a esas partes de mí en las que puedo sentir que continúas ahí por mí. Abrazándome desde dentro en un abrazo ya no frío, sino energizante. Inspirador. Espereranzador. Cosquilleante.
A esas partes de mi en las que ambas nos confundimos, entremezclamos y crecemos. Esas partes de mí por las que no puedo sino sentir tierno orgullo. No eras la única que sentía orgullo. No eras la única que presumía de entorno.
Y ahora, en esta larga época de vivencias difíciles de catalogar, donde he sentido mi debilidad tan fuerte e imbatible, tan capaz de resurgir no con las mismas fuerzas, sino con una fuente incombustible de ellas… en esta larga época en la que he descubierto lo quebrantable que es mi fuerza, lo vital que es dejarse romper en algún momento, sentir tristeza, sentir miedo, sentir rabia… permitir que esos sentimientos vengan, hagan su trabajo y continúen su camino lejos de mí…
En esta larga época en la que he cogido el temor a las respuestas ajenas, lo he atado con un cordel rojo a un globo para que viaje, conozca mi mundo y se contagie de cuanto me enseñaste, incluso sin abrir la boca.
-Tú no eres una madre: eres una droga -solía bromear.
Ahora añado:
-Tú no eres una madre: eres vida. Y cada muestra de vida y paz que ahora no podrás sino sentir en mí, tiene tu nombre.
Y aprovecho para admitir:
-Tenías razón. Lo verdaderamente bueno estaba aún por llegar: sólo debía permitirle entrar.
¿Creéis en el cielo? ¿Qué hace tan especial el amor entre madre e hijos?
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