La magia de los pequeños cambios.

Los pequeños cambios pueden marcar una gran diferencia en cuanto a nuestra apreciación de nuestro entorno. Descubre mi experiencia.

 

pequeños cambios

 

Cuando era pequeña y aseguraba que no me gustaba un alimento, en conversaciones con mi abuela materna, lo primero que hacía ella era preguntar:

 

-¿Lo has probado? -con aquellos gestos tan característicos suyos, tan de pilla, tan de conocer previamente la respuesta.

-No -admitía yo.

-¿Entonces cómo puedes saber si te gusta? Es más, incluso aunque lo hayas probado, de tanto en tanto es una buena idea darle una nueva oportunidad a las cosas. Volver a probarlas. Si no te perderás muchas cosas buenas en la vida… y si la pruebas y no te gusta: escúpela en la servilleta y ya está.

Y así, con el paso de los años, he teminado por realizar experimentos en los que he descubierto matices curiosos, como que ciertos sabores por sí mismos no me apetecen en absoluto, pero entremezclados con otros no sólo no me desagradan, sino que, además, me sientan estupendamente al paladar.

Ya que estaba, extrapolé este tipo de experimentos hacia otros placeres de la vida, como los libros. Cuando leo por gusto, no me obligo a terminar ninguna obra, por muy importante que pueda llegar a ser para la literatura nacional o internacional. Me limito a respetar los tiempos, aquella evolución necesaria para que esa obra y yo nos comuniquemos de forma única e inimitable. Me limito a dejarla para otro momento en el que sus palabras me arrastren hacia el país de la imaginación, la empatía, en ese viaje a otros mundos que siempre termina siendo leer. Un viaje del que vuelves siempre con souvenirs para el corazón, la mente y el alma.

Y como la lectura está hermanada con otros artes, es más, me encanta ver cómo los distintos tipos de arte se nutren entre sí (debo admitir que no sin antes haber aprendido a valorar que cada uno tiene su lenguaje, sus formas, sus secretos), lo mismo sucedió con la música, a la que distingo por las sensaciones que me despierta cada pedacito de ella. Y por supuesto que el cine no quedó atrás, y me dediqué a ver con otros ojos películas ya vistas, sin expectativas, dejando que fuesen ellas mismas que encontrasen su lugar en mis impresiones.

Pasó el tiempo y me di cuenta que no hay mayor arte que la vida misma. Todo cuanto nos rodea ha sido fruto de la magia de la naturaleza, del ingenio, de ese caos tan inquetantemente ensoñador que forma parte de nuestro Universo…

Así que probé a deambular por las calles, en vez de andar a vivo paso, como cuando era pequeña. Prestando atención a aquellos pequeños detalles a los que, con otra forma de andar o mirar difícilmente hubiera podido detectar, menos aún disfrutar.

Flores, facciones en rostros familiares y nuevos, arquitecturas, grietas, graffittis, coches… el mar… por doquier había bellezas, rarezas que convertían en único aquello que por fin descubría ante mí. Cuantas más sorpresas descubría, más ganas tenía de seguir detectándolas. ¿O eran ellas, las que me encontraban a mí?

Ya después me percaté de que no sólo con el gusto, la vista, el tacto y el olfato podía experimentar otras formas de conocer cuanto me pudiera rodear. Estaban también los otros sentidos, las emociones, las acciones… quién sabría qué más…

Y todos estos experiementos fueron amalgamándose, potenciándose entre ellos, en una sana competición estimulante y alocadamente fresca.

Es la magia de esos pequeños cambios, de esas pequeñas locuras que convierten un minuto en «el minuto» y una sensación en «la sensación». ¿Te lo vas a perder o vas a permitir que la vida y sus regalos también te sorprendan?

 

¿Qué pequeños cambios han marcado, para vosotros, una diferencia?

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Rosa Palmer

Soy la creadora y principal blogger de Por El Camino Azul. Ex-Miembro y reportera de la iniciativa de orientación laboral Parejas Orientadoras entre 2013 y 2016. Colaboré escribiendo artículos periódicamente en La Nueva Ruta del Empleo España entre 2015 y 2016. Mi vicio son las palabras. Adoro la vida, sus misterios, la comunicación y la creatividad. Me motiva la idea de difuminar la terrible frontera entre placer y trabajo. ¿Te apuntas?

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