#Relato: Chispas, sonrisas, deseos y pasión: vida.
Relato en el que reflexiono acerca de aquellas cosas cotidianas y no tan cotidianas que nos insuflan vida. ¿Os apuntais y me confesáis alguna?
Halloween está asomándose ya en apps y posts, en los planes semanales de quienes gustan de la diversión y de tomar prestado de culturas ajenas todo aquello que nos decore el corazón y la vida con un esplendor mayor.
Cada uno decide si sumarse a esta relativamente nueva fiesta, o mejor dicho: a la actualización en positivo y risas de una fecha que siempre se me ha antojado un tanto rancia en su versión más clásica.
Hoy no quiero hablar de muerte ni de cómo considero que deberíamos vivir el luto de nuestros seres queridos y amados. Quiero hablarte de la vida. De sus chispas y sonrisas, de deseos y pasión.
Debo admitir que la noche de Halloween es mágica. Una puede salir de fiesta disfrazada con una pinta horrenda, maquillada con la intención de provocar susto y risas, y volver a casa con la tierna noticia de que ni el maquillaje de ultratumba, ni el guante de Freddy Krueger, ni el hábito de monje distrajeron la atención hacia aquel «yo que sé que qué se yo» que todos poseemos y que algunos gustan de descubrir en nosotros, por mucho que nos empeñemos en camuflarlo. Y eso es vida.
Y es vida una inesperada atracción entre amigos de largo tiempo que deja de pasar desapercibida cuando te confiesa en una trascendental conversación que se muere de ganas de besarte. Y no puede más con la incógnita de si debe arriesgar dicha amistad o no. De qué sientes tú al respecto.
Que tras desencuentros y años sigas recordándolo todo con una tierna sonrisa en los labios y un «¿qué será de él?». En ese reino, esa dimensión paralela en la que persisten las amistades que traspasan fronteras y los amores platónicos que iluminaron nuestra mirada, también es vida.
Descubrir que, del mismo modo que la pasión no entiende de edades, ni de nacionalidades, ni religiones, ni distancias, sí entiende del dulce reto del encuentro furtivo, de la atracción etérea, de la electricidad del beso en el cuello o del índice en los labios. Cuando el deseo se alimenta del deseo mismo, de la vibración ajena, del miedo a implicarse demasiado pronto, del dolor no parido, de la necesidad de salir corriendo hacia dentro a esconderse en el alma del otro… Y navegar en sus ensoñaciones, arder en sus fuegos, sonreír en su fluir y danzar cantando en la oscuridad que desaparece con aquella luz que te sorprende en su alma… Y el tierno y fuerte abrazo… Todo eso, también es vida.
Y también es vida caminar por la calle hacia cualquier lugar o ninguno en concreto y que las miradas de los demás nos devuelvan la sonrisa porque sí. Que un perrito te mueva la cola y te conceda el privilegio de acariciarlo y ser amigos sin pedir nada a cambio, salvo parte de ese afecto que tan generosamente te brinda. Que un bebé tire su juguete al suelo, divertido, tronchándose, invitándote a que se lo vuelvas a dar.
Todas estas cosas y, por suerte, muchísimas más, son vida. Y podemos acogerlas, buscarlas, propiciarlas o dejarnos engatusar por ellas como bien nos apetezca, como nos nazca. Nadie, ni siquiera nosotros mismos, tiene derecho alguno a recriminarnos cómo acogemos esa vida que nos rellena y nutre a cada momento. A cómo afrontar esas sorpresas, esos sueños que parecían inalcanzables y que, no obstante, están debido a nuestro esfuerzo y nuestras capacidades, abrazándonos. Acunándonos, rozándonos ellos con sus dedos azules.
En toda esta vorágine de sucesos, sentimientos y chispas que es la vida, no sucede absolutamente nada por necesitar andar, desandar, tomar aire, incluso salir corriendo. Porque todo aquello que podría entenderse, sacado de contexto (del contexto del propio corazón) quizá como falta de decisión, de empuje, de ganas, el corazón entiende los reales motivos. Y normalmente suele suceder que, simplemente, no era el momento. El momento está aguardándonos con una pícara sonrisa.
La vida puede exprimirse como una naranja, si quieres, o comértela a mordiscos como una manzana, si lo prefieres. Puedes hacer ambas cosas a la vez o ninguna. Sin embargo, con la vida, lo más importante es conseguir sentirte a ti mismo viviéndola, con mayor o menor intensidad. No simplemente viéndola pasar. Para nada simplemente viéndola pasar.
Si te llegas a sentir jamás así, recuerda: tu deseo es poder. Nadie sino tú, de la mano de ese deseo, puede convertir tu vida en aquello que te haga vibrar. A ti te toca imaginar cómo quieres tu vida y crearla en tu interior, contagiarla a tu alrededor, seducirla cuando se te ponga a tiro.
¿Qué otras cosas son, para ti, vida? ¿Qué te apetecería descubrir esta misma noche como parte de la tuya? ¿Qué harás para conseguir vivir tu vida con más risas y sonrisas?
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