Relato: «Volar, viajar, vivir»
Relato sobre un viaje en avión y las emociones que lo recorren.
Tienes ante ti un nuevo relato. Su primer borrador lo escribí en el avión, de camino a Alicante, con destino a Murcia para impartir mi primera ponencia. Entonces, las palabras me impelieron a tomar un pequeño block mientras miraba por la ventanilla.
El sol, radiante, reinando casi insoportable, me despierta a todo lo demás. Sin permitirme ver nada sin achicar los ojos, como molesto por la atención que despierta muy a su pesar.
Nubes. Nubes volando sobre nubes. Y tierra, tierra aquí y allá, demasiado oscura, informe, viscosa como para atreverte a pisarla. Un universo de algodón y hielo. Un universo de algodón y hielo con arenas movedizas que no voy a pisar.
Y más tierra, con sus carreteras, sus caminos, sus casas. Sus habitantes soñando soñar.
Un Google Earth que no controlo y que tan sólo muestra aquello que quiere enseñar. Un Google Earth que muestra más de aquello que nosotros, como viajantes espectadores, no estamos aún preparados para ver.
Cordilleras de nubes que viajan, al igual que yo. Solo que ellas parecen querer partir hacia mi tierra, mientras yo hace un buen rato que la he abandonado para volver tres días mayor. Para volver cientos de sonrisas mayor. Para volver con una autoimagen más clara.
Olas, olas rompiéndose formando un escándalo de jugosa espuma. Desde aquí arriba, te olvidas de su sabor salado y te apetece degustarla. Refrescarte con ella. Zambullirte y buscar delfines con los que viajar. Tal vez encontrar la Atlántida. Enseñar a los atlántides la importancia de atreverse a salir de tanto en tanto a la superficie y que te dé el aire, el sol, de que te encuentren los sueños.
Y tierra, pedazos de tierra que quisiera poder identificar. Poder decir a estos desconocidos que viajan conmigo: “mira, allí está Sonrisalandia: hacen los mejores bizcochos esponjosos del mundo”.
Un agujero no negro, sino blanco, que crea un remolino. Como un desagüe que parece hambriento de las inseguridades que aparecen porque me echan de menos. ¡Oh, vamos, chicas! No es para tanto, solo vuelo sola… Solo voy a vivir una nueva experiencia. No es como si yo fuese a dejar, súbitamente, de ser yo. ¿Un pequeño paso os asusta tanto? ¿En serio? ¡Hay que ver cómo sois!
Y paz. Paz aquí y allí. Simplemente paz. Oh, es como sentirse Dios por un momento, pero sin pararse a preguntarse qué implica, cómo debería ser todo en un mundo realmente feliz…
De nuevo aparece más cuero, ahora arrugado, con estrías, salpicado con rostros sin terminar, marcados en su piel como creativos lunares, como creativas manchas de nacimiento.
Pequeñas islas de nata, remolinos de merengue, todo ello envolviendo el sueño de hacerlo mejor. ¡Qué goloso mi pensamiento ante la vida, esta mañana!
Arañazos que supuran horchata y, difuminado, a lo lejos, un brillo blanquiazul ensoñecedor. Mirarlo y admirarlo es todo uno.
Entonces más tierra, como un precioso tapiz surcado. Un muelle aquí. Casas, parcelas verdosas y allá caminos esquivos, serpenteantes, lascivos. ¿Habrá personas disfrutando de todo esto ahí abajo? ¿Habrá alguien señalando el avión en el que viajo y preguntándose hacia dónde vamos, ellos y yo?
Aparecen ahora montañas, esta vez verdemarronáceas dibujando la parte de abajo de un bikini hippy.
Y de repente azul, gris, gris granito, crujido y crujiente. Gris granito que me recuerda que escribir es fácil y barato, si te atreves a ser honesta con aquello que nace en tu mente y en tu corazón. Si te atreves después a revisarlo y ver qué ha surgido de pensamientos que podrían parecer erráticos. Si te atreves a enfrentarte con quien te apetece ser: tú. Más tú a cada momento.
Ya por fin más verde. Más verde, seguido por una piscina municipal en la que no parece andar nadando nadie. ¡Y zas, la reina de las montañas! Con un hueco que parece aguardar una inevitable invasión del agua. El agua que todo lo limpia, que todo lo refresca, que se adapta a cualquier cosa mejor que nada, “my friend”.
Un lago de espejos y remolinos egipcios y marcianos que despiertan la imaginación. ¿Es posible tanta belleza? ¿Es posible que no exista Dios? ¿Es posible que no haya nada similar en el Universo?
Un mini Mordor seguido de colonizaciones mayas, que dan paso a desiertos rayados de verde.
Y la ciudad. Por fin la ciudad que va a unirme con mi destino. ¡Oh, qué abran la puerta ya!
¿Te gusta viajar? ¿Qué viaje te ha despertado más emociones y cómo lo experimentaste?
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